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Foto del escritorNickole Naihaus L

Un día inesperado...

Actualizado: 21 nov 2020


Hoy debería haber sido un día maravilloso, tenía todo planeado al milímetro, desde las 09:00 de la mañana hasta las 11:00 de la noche, cada segundo, minuto y hora estaba cargado de algo de magia, algún detalle que debería hacerlo inolvidable, y aunque todo tuvo un desenlace inesperado, no puedo negar que jamás olvidaré este día.


Me demoré más de tres semanas en planificar lo que debería ser un día perfecto para mí novia Ema y para mí, Jean Paul. Revisé cada detalle con mis colaboradores, mis amigos y conocidos, quienes me ayudarían a llevar a cabo lo que debería haber sido una ocasión ideal para Ema y para mí, un hombre rindiendo homenaje a la mujer de su vida.


Recogería a Ema en su casa después del desayuno, justo a las 09:00 de la mañana, toda la semana le imploré que en esta oportunidad fuera puntual, incluso escogí la hora, teniendo en consideración que no es una mujer a la que le guste madrugar, por lo que aunque no era muy tarde, sí nos permitiría llegar a todas partes, antes de que comenzaran a llegar los turistas y demás visitantes.


Comenzaríamos nuestro recorrido visitando el Museo de Orsay, la pinacoteca parisina dedicada a las artes plásticas del siglo XIX; en ella se encuentra la mayor colección de obras impresionistas del mundo, como La pequeña bailarina de catorce años de Edgar Degas, cuadro que siempre le trae buenos recuerdo a Ema, de cuando era pequeña y su madre la llevaba a clases de Ballet. Era una pequeña bailarina hermosa, siempre sonriente y entusiasta, lo sé porque su madre me ha compartido varios videos de ella en sus presentaciones, de hecho tengo algunas fotos guardadas en mi computador de ella posando para la cámara en sus leotardos.

También esta el Dormitorio de Vincent en Arles y Mediodía: Descanso de trabajo (después de Millet) de Vincent van Gogh, uno de mis artistas favoritos y la razón por la que nos conocimos, cuando ella asistió a uno de mis talleres de historia del arte en La Sorbona. Recorreríamos sus diferentes pasillos y Ema, me dejaría contarle alguna de las historias que tanto atraen a mis estudiantes de primer curso de artes en la Universidad, estuve pensando cual curiosidad le diría, no quería aburrirla con algún dato muy especializado, tampoco con alguna trivialidad y mucho menos con algún hecho traumático de los que rodearon la vida de muchos de los artistas que allí se exponen. Por lo que terminé por decantarme con una historía acerca de la obra más conocida de Van Gogh, La Noche Estrellada, un cuadro que siempre es asociado por los espectadores como romántico e incluso idílico, pero cuya realidad esconde algo mucho más desolador, puesto que fue pintado por él, estando en un asilo para personas con problemas mentales, ubicado en Saint-Rémy-de-Provence en Francia.

Aunque parece traumático, que lo es, escogí este comentario porque me ayudaría a crear la atmósfera romántica necesaria para la noche, al decirle:

- Aunque no podemos ver el cuadro aquí en Orsay, porque de hecho está en el MoMA en Nueva York, aún así, tengo la ilusión de que podamos ver un cielo parecido hoy en la noche, mientras disfrutamos de las majestuosas vistas de nuestra Ciudad, la Ciudad Luz. Y sería justo en ese momento, bajo ese cielo estrellado que... bueno, sería ahí cuando nuestras vidas cambiarían para siempre.


Luego iríamos a Montmartre y subiríamos los 197 escalones para llegar al corazón del barrio bohemio de París, Ema siempre se burla de los turistas que toman el funicular, pues dice que:

- Para vivir un lugar, conocerlo de verdad, hay que caminarlo, a Montmartre hay que respirarlo desde el primer escalón. Solo en ellos puede uno deleitarse con las vistas mientras se asciende. -Nunca he estado de acuerdo, de hecho le he considerado un viacrucis siempre que he tenido que subir cada escalón y son 197, los he contado más de tres veces, mientras yo me delito con las vistas de su cuerpo de espaldas. Las tres veces que he subido con ella, he aprendido que hasta esos sacrificios me resultan naturales, de hecho los disfruto, siempre que la tenga a mi lado.


Una vez en la Place du Tertre, ubicada en la parte alta de la colina, cenaríamos en alguno de los restaurantes en las terrazas de la plaza, ahí si respiraríamos la verdadera vida bohemia y deleitaríamos nuestro paladar con una deliciosa sopa de cebolla tradicional, acompañada tal vez con un estofado de res o el plato que a Ema se le antojara. El gusto por la gastronomía local es una de las muchas cosas que compartimos y que me hacen saber que nuestra vida juntos estará llena de momentos especiales.


Caminaríamos en el entramado de estrechas y empinadas callejuelas, yo le pediría a uno de los estudiantes más virtuosos de mi clase de pintura, Gaston, que dibujara el hermoso rostro de Ema, como recuerdo de un día que debía marcar el comienzo de algo muy especial para los dos. La tarde terminaría con un recorrido por la Basílica del Sagrado Corazón, donde pondríamos una vela en agradecimiento por habernos encontrado y disfrutaríamos de la maravillosa vista de París mientras el sol comienza a esconderse y la noche le abre paso a la luna y las estrellas.


La noche la disfrutaríamos en un crucero por el Rio Sena, pero no lo haríamos como la mayoría de turistas, en medio de sillas de plástico, con una voz hablando por unos auriculares en el idioma seleccionado. Lo realizaríamos en una embarcación de lujo, disfrutando de un recorrido amenizado con violines, macarrones y un poco de Champagne. Lo que me recuerda el supuesto devenir austriaco de Ema:


- Creo que tengo un devenir austriaco. -Me dice mientras saborea una copa de Champagne.

- Eres lo más parisino que he conocido en mi vida, creo que eres más parisina que la leyenda del Jorobado. Prueba de esto es que siempre que suena La Marsellesa se te salen las lágrimas, odias que los turistas corten el baguette con cuchillo, te molesta que los desconocidos te traten de tu y cada vez que ves a alguien en sudadera en medio de los Campos Elíseos te vibra un párpado de la rabia.

- ¡Idiota!, lo digo porque me encantan los macarrones con Champagne.

- Lo dices por la leyenda de que fueron servidos en la boda de Luis XVI y María Antonieta (10 de mayo de 1774). -Con ella siempre debo ir un paso adelante, algo que me encanta de ella, su agilidad mental, su capacidad de hacer las asociaciones más inesperadas y su riqueza cultural, nunca me aburro y podría pasarme la vida conversando con ella. Al final en eso consiste una relación amorosa, una conversación larga entre dos personas.

- Todos saben que eran su postre favorito. -Me lo dice como si fuera un hecho irrefutable.

- Esos mismos todos, dudo que recuerden que ella era Austriaca. -Me encanta refutarle sus argumentos.

- ¡Idiota! -Se ríe de mí.

- ¿Te recuerdo que mueres de amor por este idiota? -Le digo levantando una ceja, gesto que sé que le encanta.

- ¡Cada vez menos! -Me dice sonriendo de esa forma que siempre hace que mi corazón se salte un latido y la sangre comience a concentrarse en ciertas partes de mi cuerpo.

Regresando a mis planes, yo aprovecharía la noche que París me ofreciera, porque en mi ciudad nunca se sabe que te vas a encontrar, lluvia, niebla, un cielo estrellado, cualquier cosa puede pasar. En lo que siempre puedes confiar es en sus vistas, los hermosos edificios que decoran el Sena, ellos serían mi fieles confidentes, mis amigos, mi apoyo, mi tema de conversación, le contaría que la catedral de Notre Dame fue testigo de la beatificación de Juana de Arco en 1909 y de la coronación de Napoleón Bonaparte en 1804.


También le contaría la leyenda de que cuando Juana de Arco fue quemada, las gárgolas de la catedral despertaron y sobrevolaron París para vengar su muerte, también le relataría que al día siguiente, las calles de la ciudad se encontraron llenas de los cadáveres de aquellas personas, que habían presenciado la muerte de Juana y no la ayudaron. Ella se reiría y me hablaría de la Puerta del Diablo, la terrible leyenda que cuenta de que cerrajero muy joven, había recibido el encargo de hacer la puerta lateral de la Basílica de Notre Dame, la cual debería llevar el nombre de Santa Ana. El joven, abrumado por el encargo y con aprensión sobre no poder cumplir con la tarea, invocó al diablo para que le ayudara a hacerla a cambio de su alma. El diablo accedió al trato y al día siguiente, con un trabajo de orfebrería espectacular, el cerrajero pudo presentar su obra y obtener el ascenso que tanto deseaba. Cuenta la leyenda que una vez se hizo maestro, el diablo no dejó de atormentarlo para que le entregase su alma, por lo que al poco tiempo de haber sido ascendido, el joven fue hallado muerto en extrañas circunstancias, algunas leyendas dicen que su alma atormentada aún vaga por Notre Dame. Yo me haría el sorprendido y justo en ese momento le regalaría mi alma, mi apellido y un hermoso anillo, con el que le pediría que fuera mi esposa.


Tenía todo planeado minuto a minuto, el carro que nos llevaría por toda la ciudad, el estudiante, las entradas VIP al museo, el restaurante en la terraza, el crucero, todo, menos lo que en realidad pasó.


Ema salió 46 minutos tarde, uno de sus peores defectos, algo con lo que sé que tendré que lidiar toda la vida y que jamás dejará de molestar, pero que se hace llevadero si pienso en las demás virtudes que amo en ella. El caso fue que esos 46 minutos fueron mi perdición, porque aunque el conductor hizo lo que pudo para llevarnos lo antes posible a Orsay, perdimos el turno VIP que había solicitado a mis amigos en el museo y aunque tuve el deseo de no continuar con la aventura, Ema insistió en que realizáramos el recorrido, por lo que tuvimos que ver la exposición rodeados de turistas, que no hicieron otra cosa que tomarse selfies a lado de algunas de las obras maestras de la creatividad del hombre.


- Te he dicho lo mucho que me gustan las selfies frente a los cuadros.-Me dice en voz alta, casi gritando para que pueda escucharla en medio de todo el ruido del salón.

- No, creo que es la primera vez que te oigo decirlo.

- Casi tanto como ver a las personas partir un baguette con cuchillo y las sudaderas como prenda para caminar por los Campos Elíseos. -Su comentario logra su objetivo y hace que me ría y se me olvide que las cosas no están saliendo como lo esperaba.


Obviamente me quede con mis historias en la boca, porque en medio de tantas personas, no era posible hablar y aunque ella trató de disfrutar del recorrido, no le fue posible, porque en más de una ocasión recibió algún codazo de alguien que se estaba haciendo una foto. La experiencia fue desastrosa, memorable sí, pero no por lo que yo esperaba.


Tenía guardadas mis esperanzas en la siguiente parada, pero como salimos a medio día, tuvimos que enfrentar el tráfico de la ciudad en hora pico, en el día en el que todos los parisinos salimos a disfrutar de un almuerzo en algún rincón mágico de la ciudad, por lo que el conductor terminó dejándonos pasadas las 14:45.



- Aunque sé lo mucho que disfrutas la vista de mi derrier, debo privarte de la vista, porque muero de hambre.

- Es una pena, creo que estás perdiendo la sangre parisina.

- ¿Si quieres...? -No la dejé terminar, no estaba para mucho trote y estaba casi seguro de que no quedaban casi lugares en las terrazas de los restaurantes. Por lo que la lleve al funicular para subir a la plaza, no sobra que les diga que estaba bastante congestionado, por lo que tuvimos que esperar un buen rato para poder subir y una vez que pudimos abordar, cuando llegamos a la plaza, todas las mesas de las terrazas en efecto estaban ocupadas. La señora del restaurante se disculpo más de una vez conmigo, me dijo que como llegué más una hora tarde, no pudo seguir reservando la mesa, pero que con gusto por ser un cliente fiel, podía armarme una mesa para los dos al lado de una columna, junto al lado del baño, que fue exactamente donde terminaos cenando.


Al salir del restaurante, sobra decir que mi estudiante ya se había ido.


- ¿A quién buscas?

- Toulouse Lautrec, teníamos una cita, pero creo que llegamos tarde.

- Sí, nos ganó la sífilis y el alcohol, una pena. -De nuevo me saca una sonrisa y se me olvida que mi estudiante se ha ido, seguro de que le había plantado, por lo que el retrato quedó postergado y deberé llamarlo mañana a confirmarle que no lo planté y que aún quiero ese retrato. A este punto tenía que hacer un esfuerzo hercúleo, para que no se me notara la frustración, todo estaba saliendo contrario a lo que había planeado y se me hacía más difícil asimilar el desastre de día que estaba ocurriendo.


Pudimos ingresar a la Basílica del Sagrado Corazón, sin mucha dificultad y allí pude encontrar un poco de alivio a la angustia que estaba viviendo, admito que además de agradecer al destino el habernos encontrado, también le recé a los dioses para que me ayudaran a disfrutar del resto del día y me permitieran llevar a cabo mi objetivo de proponerle matrimonio a Ema.

Por primera vez en todo el día, las circunstancias estuvieron a mi favor y llegamos a tiempo a la embarcación, nos estaba esperando la anfitriona con una deliciosa Champagne Rosé y una bandeja de exquisitos macarrones.

- Por tu devenir austriaco. -Brindé con ella.

- Por tu vena a punto de explotar de neurosis. -Me dijo riendo y no dudo que estuviese a punto de explotar. La ayudé a subimos al piso donde podríamos disfrutar del recorrido y las hermosas vistas que la ciudad tenía para ofrecernos. El ambiente era maravilloso, la embarcación estaba decorada exquisitamente, además de que tuvimos la fortuna de oír una maravillosa interpretación del Concerto en A Menor, primero movimiento de Bach, a cargo de una pequeña orquesta preparada por la anfitriona. Las cosas estaban saliendo como las planeé, Ema estaba encantada con el crucero, la música, la ciudad, el Champagne y los macarrones; al parecer la noche sería memorable y por fin podría llevar a cabo mi objetivo.


Justo cuando me preparaba para declararme, Ema comenzó a caminar para acercarse donde yo me encontraba cuando de pronto, no sé porqué, si fue porque el piso de pronto estaba resbaloso o porque a alguien se le cayó algo al piso, el caso fue que Ema dio un traspiés y cayó del crucero al Rio Sena.


Fueron momentos angustiosos, traté de lanzarme a rescatarla, pero la tripulación ya había reaccionado y no tardaron mucho en subirla al barco. La pobre estaba mojada, tiritaba del frio y yo había perdido al menos 5 años de vida del susto. En ese momento también había perdido todas las ganas de proponerle matrimonio.


Estaba abrazando a Ema con la intensión de darle un poco de calor, cuando ella, inmersa en varias caparas de toallas, me dijo:

- ¿Me podrías dar mi anillo ya?, para que te diga que si quiero ser tu esposa.


Fotos:

1-registro propio



Nickole Naihans L

Nickole Naihaus L

Nickinaihaus

164 visualizaciones3 comentarios

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3 Comments


c_m_molano
Jul 22, 2020

me encantó el recorrido por parís! me dió mucha risa todo lo que le pasó al personaje y me antojé de todos los platos!

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Me encantó el recorrido!!

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Cecilia Naihans
Cecilia Naihans
Jul 14, 2020

Un lado encantador y muy turístico de París!!🗼

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