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Una vida


Sentado en el precario escritorio con el que me han dotado los españoles, me sumerjo en los recuerdos que me ayudan a no perder la cordura y me brindan la esperanza que necesito para resistir el encierro.


Recuerdo que desde hace muchos años he admirado a Magdalena Ortega (1), por que es una mujer culta, con una voluntad férrea, de principios intachables y poseedora de una belleza sutil, delicada, elegante, aunque su familia en un comienzo no fue poseedora de una gran fortuna, ella siempre supo manejarse entre lo más destacado de la sociedad capitalina, con estilo y sofisticación..