top of page

Palabras de Amor

ree

En una pequeña casa en Japón, una mamá y su hija decoran la casa para una sencilla celebración de amor y amistad.


Una celebración que, curiosamente, se realiza en septiembre, como se acostumbra en Colombia. Esto se debe a que en 1969, Fenalco —la Federación Nacional de Comerciantes— solicitó mover la festividad del 14 de febrero al tercer sábado de septiembre. Alegaban que en febrero el comercio ya estaba centrado en la temporada escolar, lo que restaba importancia y ventas al Día del Amor y la Amistad. Además, muchas familias aún se recuperaban de los gastos de diciembre.


Mientras organizan la mesa, la niña le pregunta a su mamá:

—Mami, ¿por qué papá nunca nos habla? —dice, mientras organiza los dulces en forma de corazón sobre la mesa.

—¿Estás segura de que nunca nos habla? —le pregunta la madre, mirándola con complicidad, mientras deja sobre la mesa las pequeñas tortas decoradas con crema rosa, roja y blanca.

—No creo haber oído su voz jamás… ¿Tú sí? —añade la niña en un tono de voz bajo.

—De hecho, papá tiene voz… y nos habla a través de los detalles —le dice, abrazándola.

—¿Los detalles? —pregunta la niña, entre curiosa y perdida.

—Verás, los detalles no solo son regalos o, como dirían muchas personas, un sistema que nos obliga a comprar cosas. Son pequeños símbolos de sentimientos que vibran dentro de nosotros, manifestaciones de amor… Y lo más bonito es que crean memorias de momentos que siempre llevaremos en el corazón —dice mientras termina de poner pequeños regalitos en el lado libre de la mesa del comedor.

—No entiendo, mami.

—¿Ves ese jarrón con flores que está allá arriba?

—¿El pequeño? —dice la niña, mirando el jarrón con las flores de su madre.

—Ese mismo.

—Siempre lo llenas de flores bonitas y de colores —dice riendo.

—Así es. ¿Sabes por qué es tan importante para mí?

—No… pero siempre veo que lo limpias y le dedicas tiempo, aunque sea pequeño.

—Ese jarrón… es la razón por la que tu papá aún está con nosotros.


Al ver que su hija no comprende del todo lo que está sucediendo, la madre decide sentarla en sus piernas y contarle una pequeña historia.


—¿Has oído todas esas noticias que hablan de unas bombas? Las bombas atómicas —aclara, suavemente, después de hacer la pregunta.

—¿Como la hormiga de la televisión? —dice la niña con seriedad infantil.

Al oírla, la madre suelta una pequeña risa y le responde:

—Algo así… sólo que bastante más malas que la hormiguita de tu televisor.

—¿Las que hicieron a las personas… esfumarse? ¿Las que salen en las noticias por cumplir años? -La madre la mira con dulzura. Entiende que su hija ha visto las noticias conmemorativas de las bombas atómicas fabricadas por las potencias aliadas (Estados Unidos y Reino Unido), que fueron lanzadas sobre Hiroshima y Nagasaki.

—Esas mismas. Hace muchos, muchos años, en la ciudad natal de tu papá, en Hiroshima, explotaron unas bombas muy poderosas.

—El abuelito de una amiga murió en una de esas bombas…

—Sí, mi amor. Muchas personas se fueron ese día… y los que se quedaron, como tu papá, también perdieron cosas. No solo casas o familias… sino también parte de sí mismos.

—Pero si yo veo a papá completo… Tiene todos sus dedos, sus manos y… bueno, está completo —dice la niña, haciendo un inventario de los miembros de su padre, mientras se mira las manitas.

—Lo parece, ¿verdad? Pero a veces, las heridas más grandes no se ven. -Le dice besando sus deditos.

—¿Y qué tiene que ver el jarrón? -Dice la niña mirando de nuevo a donde está el jarrón.

—Bueno, te cuento. Tu papá había visto ese hermoso jarrón en una tienda que quedaba en el sótano de un edificio. Lo vio y pensó: "Este será un regalo perfecto para una mujer especial."

—¿¡Y tú!? —pregunta la niña, molesta y un poco celosa.

—Yo aún no conocía a tu papá —responde la madre, riendo al ver a la niña celosa de una mujer que nunca existió.

—Ah… bueno —dice la niña, ahora más tranquila.

—Tu papá tenía un vuelo ese día para regresar a la ciudad donde trabajaba.

—¿Qué ciudad? —pregunta con curiosidad.

—Donde estamos ahora.

—Ah, entonces di que era para volver a casa —la corrige con dulzura, como si supiera mejor que su madre.

ree

—Tu papá ya estaba listo para irse al aeropuerto, de hecho tenía la maleta en la mano. Pero entonces recordó que había dejado olvidado el jarrón que había comprado para alguien especial. Era una pieza pequeña, de cerámica delicada hecha a mano. Nada valioso para el mundo… pero muy valioso para él.

—¿Y volvió sólo por el jarrón?

—Sí. Bajó por las escaleras eléctricas y caminó entre varias tiendas, hasta llegar al lugar donde estaba el jarrón empacado. Y en ese breve momento, mientras lo sostenía en sus manos… la bomba cayó. Todo lo que estaba a su alrededor desapareció: el aeropuerto, las calles, las personas… como si el tiempo se hubiera detenido. Lo único que quedó de sus conocidos fueron huellas en el pavimento. Y aunque él se salvó, su voz… se quebró para siempre. Desde entonces, no ha podido hablar. No porque no quiera, sino porque el miedo, el dolor y la impresión se le quedaron guardados muy adentro.

—O sea que tú tampoco has oído la voz de papi…-Dice confundida la niña.

—Oh, pero claro que la he oído. ¿No ves cómo llena nuestras vidas con detalles de colores? Todos los días te trae algo diferente del trabajo —le dice la madre a su hija, mientras le muestra la casa y señala los distintos objetos que la decoran.

—Entonces… ¿esto también es una palabra de papi?

—Así es —dice la mamá, sonriendo.


La niña se quedó en silencio unos segundos, como procesando todo lo que su madre le había dicho. Luego de un tiempo, decidió hablar:


—Pero entonces… ¿cómo conociste a papi? ¿Y cómo supiste que le gustabas?

—Lo conocí porque fui una de las voluntarias que viajó desde Colombia a Japón para ayudar a los sobrevivientes.

—¿Cómo? ¿Y fueron muchos? ¿Amigos de papi? ¿Familiares? —la niña estaba llena de preguntas; todo lo que concierne a su padre le despierta una enorme curiosidad.

—Aunque no fueron muchos… y, lamentablemente, no se salvaron ni los familiares ni los amigos de papá, las vidas y la recuperación de los sobrevivientes eran valiosísimas.

—¿Por qué?

—Porque son un testimonio de supervivencia, de esperanza… y de amor por la vida.

Nuestro deber era lograr que, pese a la destrucción y la desolación que vivieron, no perdieran la esperanza —dijo la madre con una sonrisa suave y nostálgica.

—¿Papi perdió la esperanza? —dice la niña triste, con lágrimas en los ojitos.

—No, corazón. Él jamás la ha perdido —responde la madre, acariciando sus mejillas con ternura.

—¿Y por qué estás tan segura?

—Porque, aunque ha visto lo peor que los seres humanos hemos sido capaces de hacer… tomó una decisión muy valiente.

—¿Cuál? —pregunta con curiosidad.

—La de traerte al mundo… para que vengas a llenarlo con tus colores y tu esperanza.


En ese momento, el padre entra a la casa cargado de regalos y dulces para su mujer y su hija. Detalles que se hacen palabras de amor, que juntas representan todas las frases de cariño y amistad que logran salir de su corazón… a través de gestos llenos de amor.


La niña corre a abrazar a su padre, uniéndose a él en un abrazo lleno de ternura, transmitiendo la esperanza que él mismo sembró el día que decidió casarse con su madre y comenzar a construir un nuevo mundo: uno hecho de pequeños gestos, silencios compartidos… y un amor profundo por su familia.



Fin.


Nickole Naihaus

Nickole Naihans

Nickinaihaus



Más sobre la autora:


ree

P. D. Quiero aclarar que esta es una historia de ficción, producto de mi imaginación, y no pretende más que entretener al lector.

 
 
 

Entradas recientes

Ver todo

Comentarios


Formulario de suscripción

¡Gracias por tu mensaje!

©2020 por nickinaihaus. Nickole Naihaus/ Nickole Naihans L.

bottom of page