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Foto del escritorNickole Naihaus L

Comida Picante

Desde el hermoso lobby del hotel, alcanzo a ver a numerosos seguidores. Algunos gritan los nombres de los actores que se hospedan aquí, por el lanzamiento de la serie asiática del momento; otros llaman a los cantantes que se presentarán en el festival de música de la ciudad. Y aunque puede que no sea muy acertado, mi frágil ego me hace pensar que también gritan mi nombre.

Sentada en un sofá junto al mostrador, espero a que mi esposo, un reconocido actor y protagonista de la serie que antes mencioné, regrese con la llave de nuestra habitación. Necesito instalarme y descansar un poco después de un viaje que, aunque cruzó únicamente un continente, se siente como si hubiera venido desde otro planeta. Recuerdo cuando un conocido dijo: "Si América es una manzana, Asia es una pera". Yo creo que, si América es una fruta, puede que Asia sea una verdura.


Mientras espero, repaso mentalmente las ideas para mi próximo proyecto. Será una novela corta, una comedia romántica. Estoy segura de que el protagonista tendrá algunos gestos y detalles de mi esposo. Le veo batallar con la niña de la recepción y recuerdo que, aunque él sea el protagonista en la pantalla, yo soy quien organiza las escenas de nuestra vida diaria. Mantenernos a flote en este mundo, que combina glamour y caos, no es tarea fácil, pero al menos sé que lo hacemos juntos. Y eso, al final del día, es lo único que importa


Entonces noto a una joven agradable, bien arreglada y con una bolsa de regalo en la mano. Se acerca a uno de los miembros de mi equipo de seguridad y, tras intercambiar algunas palabras, él se dirige a mí.

—Es una periodista —me informa—. Dice que desea hacerle una entrevista.

Desde lejos, observo cómo la joven parece debatirse entre el nerviosismo y la esperanza, con una mezcla de ansiedad y expectativa en el rostro. Hay algo en su actitud que despierta mi curiosidad y, sorprendentemente, también empatía. La llamo con la mano.

—Sigue, por favor, siéntate —le digo, señalando el lugar a mi lado en el sofá.

—Muchas gracias, perdona, estoy un poco ansiosa —admite, con un leve temblor en la voz.

—¿Por alguna razón en particular?

—He leído todas tus novelas y siempre te he admirado.

Sonrío, intentando que se sienta más cómoda. Le ofrezco un poco del té que aún queda en una tetera que tengo en mi mesa.

—No te preocupes —respondo con suavidad—. Estoy segura de que será una entrevista maravillosa.

—¿Y si no te gustan mis preguntas? —pregunta, algo cohibida.

—No te preocupes por eso. Hagamos de esta experiencia algo especial. Empecemos con algo sencillo. ¿Tienes algún hobby que te apasione?

Su rostro cambia de inmediato, iluminado por la emoción.

—¡Sí! Me encanta la fotografía. Incluso he empezado a tomar fotos de mi perrito con distintos atuendos. —Saca su teléfono y me muestra una foto adorable del pequeño, con un disfraz de pirata.

—¡Es encantador! —exclamò, genuinamente encantada.


Antes de que podamos seguir hablando, noto que uno de mis guardias me hace una señal discreta para apurarme. La joven parece entender y se apresura a extenderme la bolsa que lleva en las manos.

—Esto es para ti. Es un regalo.

—¡Muchas gracias! —respondo, sorprendida por el detalle. Al abrir la bolsa, descubro un pequeño brazalete con mi nombre grabado, además de un monedero y un animal de peluche diminuto.

—¿Hiciste tú el brazalete? —pregunto, con una mezcla de asombro y admiración.

—Sí, lo hice yo misma.

—Pues mira, ahora es mi brazalete favorito. —Le dedico una sonrisa amplia mientras me lo pongo en la muñeca.

Ella acomoda su equipo en la mesita del té frente a nosotros y, con un gesto de seguridad en sí misma, dice:

—Estoy lista cuando quieras.

—Perfecto —le respondo, preparada para empezar.

La periodista saca una libreta cuidadosamente organizada y coloca una grabadora sobre la mesa. Toma un sorbo del té que le ofrecí y respira hondo antes de hacerme la primera pregunta.

—Has escrito tantas historias maravillosas. ¿Cuál es tu favorita y por qué?

La pregunta me toma por sorpresa, aunque no lo demuestro. Es una de esas cosas que los escritores preferimos no responder. Es como pedirle a una madre que elija entre sus hijos.

—Es difícil decirlo —contesto tras una breve pausa—. Cada historia tiene algo especial. Pero creo que siempre tengo una conexión más fuerte con la última que escribo. Es como si dejara una parte de mí ahí, más reciente, más vulnerable.

Ella asiente, anotando algo en su libreta. Luego, se aventura con otra pregunta:

—Hablando de conexiones, ¿crees que tus personajes reflejan algo de ti? —pregunta, inclinándose hacia adelante, evidentemente emocionada.

Me detengo a pensar. ¿Cuánto de mí hay en ellos? Probablemente más de lo que me gustaría admitir.

—Creo que todos mis personajes tienen pedacitos de mí —respondo, con una sonrisa pensativa—. Pero también tienen mucho de las personas que he conocido.

Su entusiasmo me contagia, y por un momento me olvido del ruido del lobby, de la multitud afuera y del guardia que nos observa desde la distancia. Es un recordatorio de por qué escribo, de lo que me trajo hasta aquí. Veo que quiere preguntarme algo más, pero parece dudar. Le animo:

—¿Hay algo más que quieras preguntar? Parece que tienes algo en mente.

—Es que... entiendo que no respondes preguntas personales, pero...

—Así es, pero tal vez pueda responder a tu curiosidad.

—Tu relación con tu pareja parece muy romántica, y me preguntaba si alguna vez enfrentaste obstáculos, especialmente porque él es de Asia y tú... —La interrupción de mi guardia me indica que queda poco tiempo.

—El picante —digo de pronto.

—¿Cómo? —pregunta, visiblemente confundida.

—Cuando comenzamos a salir, íbamos a algunos restaurantes, pero a mí me costaba mucho disfrutar de la comida picante. De hecho, llegó un momento en que cenábamos en casa de un amigo diferente cada fin de semana. A veces me invitaba ese cantante que ves por ahí, otras, el actor que comparte cartel con mi esposo. Creo que conozco la sazón de todos. —añado, sonriendo.

—¿Y llegaste a acostumbrarte? —pregunta, intrigada.

—No exactamente. Más bien, gracias al picante aprendí a valorarme a través del cariño de otros.

Ella me mira desconcertada.

—Perdona, pero ¿cómo se entremezclan la comida, el picante, el cariño de los demás, con la valoración personal?


Justo cuando voy a contestar, mi esposo entra en escena. Lleva el cabello ligeramente despeinado, su camisa blanca con las mangas remangadas, y un aire casual que parece diseñado para la perfección. Incluso con una ligera mancha en la camisa, producto de algún descuido durante el día, irradia esa elegancia relajada que siempre logra sorprenderme. Su actitud me recuerda a esas tardes en la cocina, cuando se acerca con cualquier excusa mientras improvisa alguna receta.


Después de más de 10 horas de viajes y conexiones, camina por el lobby como si acabara de salir de una sesión de fotos. Saluda con cordialidad a la periodista, me da un beso en la boca y se sienta a mi lado, trayendo consigo esa misma energía íntima que convierte cualquier lugar en nuestro propio espacio.


—Te presento... ay, perdona, no recuerdo tu nombre.

—Es que no tuve oportunidad de decírtelo. Soy Alicia.

—Mucho gusto, Alicia —respondo, estrechando la mano que ella me ofrece. Mi esposo, con una sonrisa cómplice, no solo la saluda, sino que se adelanta a responder su pregunta:

—Un gusto, Alicia. Y, de paso, gracias por tu pregunta creativa. Eso demuestra no solo respeto, sino también preparación, algo que admiro en cualquier profesional. Ahora, si no te molesta, me gustaría contestar tu pregunta.

Ella se queda unos segundos atónita ante su carisma natural. Él, consciente de su efecto, sonríe con suavidad y espera pacientemente su permiso. Alicia asiente, y él continúa con la confianza tranquila de alguien que domina cualquier escenario.

—Porque siempre hemos comido con picante... solo que ella no lo sabía —dice, y se ríe con complicidad, contagiándonos a todos los presentes.

—¿Cómo? —pregunta la joven, entre risas.

—Bueno, no era tan sencillo porque las recetas nuestras, como los noodles, el ramen, el udon, incluso la carne, muchas veces están condimentadas desde el comienzo. Pero, con creatividad y varios ensayos, lo logramos —responde, terminando su frase con una mirada prolongada hacia mí, como si no lo hiciera todos los días, con una fascinación que me llena el estómago de mariposas.

La periodista, al ver que no tiene intención de continuar, le pregunta:

—¿Podrías darme un poco más de información?

Mi esposo sale de su ensoñación y responde con una sonrisa:

—Sí, perdona. Básicamente, después de más de 10 intentos, la mejor solución que encontramos fue preparar su plato aparte. Por ejemplo, cocinábamos toda la pasta junta, pero a la hora de agregarle los condimentos, hacíamos primero el suyo y luego añadíamos el picante al nuestro. Así todos éramos, y seguimos siendo, felices.

—¡Qué detalle tan bonito! —exclama ella, conmovida.

—Así es. —Añado, dándole un beso a mi pareja.

—¿Ves por qué te digo que aprendí a valorarme más a través del cariño que ellos han desplegado en este tipo de detalles? —digo, sonriendo.


Como veo que ya es momento de dar por terminada la entrevista, decido ofrecerle una bonita reflexión, algo literario que enriquezca su artículo.

Para mí, el amor está en los pequeños detalles. Algo que para cualquiera podría ser trivial, para mí es un tesoro. No es solo poder comer como me gusta, sino que cada plato es el reflejo de un esfuerzo y de más de un ensayo y error, que les robó parte de su valioso tiempo de ocio. Es alimentarme con el amor de quienes me aman.—Mientras hablo, miro a mi esposo con amor, y él, sin perder su encanto característico, le dice a la joven periodista:

—Te recomiendo sacar la cámara ya.

—¿Por?

Para que puedas grabar un beso inolvidable entre dos personas que se aman desde el alma. —Y acto seguido, me besa con el alma, cerrando la entrevista con un gesto que trasciende cualquier palabra.

El beso no solo da fin a la conversación, sino que abre una nueva escena, en una película que decidimos rodar juntos por el resto de nuestras vidas.



Fin.



Nickinaihaus

Nickole Naihaus

Nickole Naihans



P.D. Quiero aclarar que es una historia de ficción producto de la creatividad mía, no pretende otra cosa que entretener al lector.






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2 comentarios


Como todas tus historias, está es muy bonita y tierna. Demuestra que el amor sincero todo lo puede. Saludos amiga escritora.

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Contestando a

Leslie!! gracias por tu bonito comentario y por leer mis historias!!

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