
Todo comenzó con lo que parecía un pequeño crimen, disfrazado bajo el pago de unos impuestos. Una asociación sin ánimo de lucro, una directora con una sagacidad nunca antes vista, quien tomó el puesto del anterior director, fallecido en circunstancias tan extrañas como perturbadoras. Los rumores no tardaron en surgir: algunos decían que el antiguo presidente de la junta, acorralado por las inconsistencias en los estados financieros y temiendo ser descubierto, decidió tomar medidas drásticas.

La versión más escalofriante señala que el director fue envenenado durante un almuerzo de trabajo, donde revisaban el presupuesto de la asociación. Aquella tarde, en una sala de reuniones aparentemente tranquila, se servían platos sencillos y el ambiente parecía relajado, pero algo no estaba bien. Testigos recuerdan cómo el director comenzó a sudar profusamente, como si el calor se hubiese convertido en un peso insoportable. Sus palabras se tornaron incoherentes, como si estuviera intoxicado, aunque ninguno de los presentes vio que hubiese bebido algo más que café y agua. Su rostro, pálido y desorientado, reflejaba un malestar que iba más allá de lo físico. Momentos después, en medio de murmullos de confusión, se desplomó sobre la mesa.
El informe oficial indicó un paro cardíaco, pero quienes estuvieron presentes notaron algo más: el café que había bebido tenía un leve tinte extraño, y su vaso fue retirado del lugar con inusual rapidez. Para algunos, ese vaso contenía más que cafeína: contenía el silencio que alguien necesitaba para cubrir sus huellas. Con el paso de los días, las preguntas comenzaron a acumularse, pero las respuestas nunca llegaron. Ante el vacío dejado por el fallecido director, la junta decidió cerrar filas y nombrar a un nuevo presidente para la junta. Un hombre cuya habilidad para maniobrar situaciones complejas había generado controversias en el pasado, con varias decisiones cuestionables que terminaron afectando seriamente las finanzas de otras instituciones.

A su alrededor se encontraba un equipo tan diverso como inquietante: una secretaria llena de preguntas; un exdirector con un pasado tormentoso y, como ya mencionamos, más de un muerto en su armario —metafóricamente hablando, claro está—; un hombre de negocios con poco tiempo para dedicar a los asuntos banales de la junta; un emprendedor con buenas intenciones, pero ingenuo e ignorante ante las circunstancias; y una joven que apenas comenzaba a dar sus primeros pasos en un entorno que se asemejaba más a una jungla. Como si esto no fuera suficiente, el ambiente estaba cargado por la inquietante desaparición de un miembro de la junta que, al parecer, había cometido el error de preguntar qué estaba pasando.
Las cosas comenzaron a tornarse aún más extrañas desde el viernes pasado. Un hombre inquietante apareció en el panorama, atrayendo miradas y susurros. De lejos parece un hombre peligroso: su altura, su estilizada figura, su cabello negro despeinado, sus orejas perforadas, su ropa oscura, su chaqueta de cuero con tachuelas y parches, y la compañía de su moto clásica lo hacen ver como un "chico malo". Lo que no sabe el espectador común es que, detrás de cada golpe recibido y cada cicatriz en su rostro y cuerpo, se encuentra un hombre que se ha involucrado en un escenario muy al estilo de Mark Twain.
Ha estado en todas las oficinas.
—Qué extraño es —comentó una trabajadora, mirándolo de reojo.
—La verdad es que es muy apuesto, aunque un poco grosero... Creo que lo contrataron para hacer la revisión de los equipos y actualizar nuestros computadores. Pero con esa actitud, no sé si es muy profesional.
—¡Cuidado! Ahí viene la secretaria de la junta. Recuerda lo que dice la directora: es una arpía, un chismoso que sólo busca nuestra caída.
—Al parecer, quiere que nos despidan a todos. Según nuestra directora, ella piensa que los asociados están pasando un mal momento y, por eso, debemos quedarnos sin trabajo... y lo peor, sin bonificaciones.
—¡Shhh! —la interrumpió la mujer al verla acercarse. El hombre apuesto, que hasta ese momento parecía ajeno a la conversación, las miró de reojo con una expresión imposible de leer.

La secretaria, cargada de carpetas y con la vista fija en el suelo, no se percató del hombre frente a ella. El impacto fue inevitable: los documentos salieron volando en todas direcciones, algunos de ellos mostrando información delicada sobre sobrecostos encontrados en los presupuestos.
—¡Tenga usted cuidado por dónde camina! —exclamó el hombre con un tono severo, mientras se agachaba rápidamente para recoger los papeles. Sin embargo, su atención estaba más centrada en los documentos que en la mujer, cuyo rostro había adquirido un leve tinte de vergüenza y frustración.
Ella se inclinó torpemente para ayudar, murmurando disculpas que él no pareció escuchar, pues sus ojos se habían fijado en una página específica, su ceño fruncido al leer el encabezado.
—¿Esto es lo que llaman gestión financiera? —preguntó con ironía, sosteniendo el papel frente a ella.
La secretaria, todavía arrodillada, intentó recuperar la página, pero él la sostuvo fuera de su alcance, como si quisiera analizarlo con más detenimiento. Después de unos instantes, revisó los documentos, los devolvió sin más palabras y salió de la oficina sin siquiera disculparse.
Lo curioso fue que esta situación se repitió en varias ocasiones. Encuentros fortuitos en los que el extraño, con su actitud arrogante, terminaba chocando con la secretaria mientras ella intentaba avanzar en su investigación sobre los sobrecostos. A los ojos de todos, parecía tenerle una animadversión particular, como si su presencia lo incomodara o irritara de manera personal. Poco después, las preguntas de la secretaria comenzaron a centrarse en Jackeline, la tesorera. Recordaba con claridad que, tras la última reunión sobre el presupuesto, Jackeline había desaparecido sin dejar rastro, al menos para ella. Nadie parecía tener respuestas, y la incertidumbre seguía extendiéndose como una sombra por cada rincón de la asociación.
El punto máximo de la tensión llegó el viernes, cuando el presidente convocó a los miembros restantes a una reunión extraordinaria en una oficina temporal, argumentando que las filtraciones hacían imposible reunirnos en la sala de juntas. Todos asistimos, excepto Jackeline.
—¿Y dónde está Jackeline? Hace una semana que no la veo. De hecho, la última vez que la vi estaba contigo, el expresidente y la directora revisando el presupuesto —preguntó la secretaria con un tono inquisitivo.
—No —respondió la directora, cortante.

—Claro que sí. Aún teníamos pendiente revisar por qué se están cubriendo gastos médicos de personas que ya cuentan con seguro por contratación. También había irregularidades en los gastos de representación. Recuerdo que Jackeline mencionó algo sobre unas tortas con un costo excesivo, de más de 50 dólares cada una, entre otros puntos que no cuadraban... —Un golpe seco en la mesa la interrumpió. Había sido el presidente de la junta, quien con un gesto violento buscó silenciarla.
—Al parecer, no se ha sentido muy bien. ¿Por qué no bebes tu café? —respondió finalmente el presidente, esquivando la mirada de la desconcertada secretaria. Sus dedos deslizaban con indiferencia la pantalla de su teléfono móvil, mientras proyectaba una actitud altiva, como si estuviera muy por encima de cualquier explicación o cuestionamiento.
—Pero si acababa de hacerse los exámenes de salud. Ahora que lo pienso... —La secretaria fue interrumpida bruscamente. El hombre que estaba reparando los equipos irrumpió en la sala con una presencia imponente. Al intentar acercarse al presidente, tropezó con la secretaria, provocando que esta cayera de su silla. Sin detenerse ni disculparse, pasó a su lado, cubriéndola con su sombra mientras decía con voz firme:
—Ya reparé los equipos. ¿A quién debo presentarle la cuenta de cobro?
—Jackeline es la tesorera —respondió la secretaria con dificultad, mientras trataba de recuperar la compostura tras el golpe.
—Ya te dije que no se encuentra bien. No entiendo por qué te cuesta tanto guardar silencio y ser prudente. Conoce tu lugar, por favor —dijo el presidente, con un tono cortante.
—¿Y sería posible que dejaras de humillar a todo el mundo? —replicó la secretaria con firmeza, mirándola directamente.
—Aprovecha los refrigerios que tan generosamente nos ha comprado nuestra directora —sentenció el presidente de la junta, con una autoridad que no admitía réplica.
—¿Los mismos refrigerios que ascienden a más de 80 dólares por persona? —cuestionó la secretaria, arqueando una ceja.
—¿No puedes dejar de cuestionar las cosas? —intervino la directora de la asociación, claramente incómoda al ser señalada como la responsable de estos gastos excesivos. Su tono, cargado de irritación, no lograba ocultar su incomodidad.
—No, menos cuando me parece muy raro. Nadie ha dicho nada sobre Jackeline. De hecho, la última vez que la vi fue en la oficina de... —Su frase quedó inconclusa cuando el hombre, con un movimiento brusco, la interrumpió golpeándola deliberadamente con el codo. La secretaria retrocedió, sus palabras quedando en el aire.
—Ahora que lo pienso, la última vez que la vieron estaba revisando los estados financieros. Creo que es importante que todos estemos en la misma página —intervino el emprendedor, intentando calmar los ánimos—. La gente de la asociación está comenzando a sospechar, haciendo preguntas. Este no es el momento para que nos separemos, y mucho menos para no respaldar a nuestro presidente.
—La verdad, como soy nueva, no sé si esto es normal, pero me incomoda mucho todo esto... la actitud de la secretaria, quien no parece estar alineada con la junta —preguntó la nueva integrante, con un dejo de ingenuidad.
—Es la primera vez que algo así sucede, y la verdad es que resulta incómodo para todos. En mis años como presidente, siempre trabajamos en la misma dirección —añadió el expresidente, cuya sombra de sospecha como presunto asesino parecía impregnar cada palabra. Su tono, cargado de un aire amenazante, dejó un silencio pesado en la sala.
—Hay algo extraño en todo esto... —murmuró la secretaria, con una mezcla de inquietud y sospecha en la voz. Antes de que pudiera continuar, el hombre de las reparaciones fijó en ella una mirada penetrante, cargada de severidad. Era una advertencia silenciosa, casi intimidante, que logró apagar sus palabras al instante.
—Acompáñame un momento a la oficina, por favor —dijo el presidente de la junta actual de repente, rompiendo el incómodo silencio mientras tomaba a la secretaria del brazo. Su tono aparentaba amabilidad, pero el firme agarre traicionaba su verdadera intención. Ambos salieron de la sala, seguidos de cerca por la directora y el expresidente, cuyos pasos resonaban con una mezcla de prisa y determinación, como si no quisieran perderse ni un segundo de lo que estaba por ocurrir. La tensión en el ambiente era tan densa que parecía envolver a quienes se quedaban en la sala, mientras tras la puerta de la oficina se sentía el peso de un secreto al borde de ser revelado.

Al entrar en la oficina, un olor nauseabundo inundó el ambiente, provocándole arcadas a la secretaria. Era un hedor penetrante, casi metálico, como el de la sangre estancada, que se mezclaba con el aire frío que salía del aire acondicionado. A medida que avanzaba, el olor se hacía más intenso, como si emanara de algún rincón oculto, envolviendo el espacio de una forma casi opresiva.
La secretaria apenas tuvo tiempo de reaccionar cuando oyó el chasquido del seguro al cerrarse la puerta detrás de ella. Alarmada, giró rápidamente la cabeza y, en ese instante, notó una sombra que avanzaba hacia ella con una rapidez inquietante. Su cuerpo se tensó y un escalofrío recorrió su espalda.
Antes de que pudiera gritar, un ruido seco rompió el silencio, seguido de un dolor agudo en la parte posterior de su cabeza. Sintió un golpe certero que la dejó aturdida, mientras todo a su alrededor comenzaba a desvanecerse. La última sensación que percibió fue el hedor insoportable, envolviéndola como una manta mientras caía al suelo.
Todo quedó en penumbras... y luego, un despertar inesperado... Al abrir los ojos, el apuesto hombre estaba a su lado, dormido, agarrado de su mano.
—¿Qué haces aquí? —preguntó con la voz pastosa. Él se levantó de inmediato, aún sosteniéndola, y llamó a los médicos mientras la miraba con ternura.
—Te cuido, como traté de hacerlo durante toda mi estadía en esta misión.
—Estás lleno de golpes.
—Al menos yo no perdí el conocimiento por una semana.
—¿Una semana? —preguntó ella, alarmada.
—Así es. Me tenías muy preocupado.
—¿Por qué? —su voz sonaba débil, pero curiosa.
—Nunca había conocido a alguien como tú: inteligente, curiosa, íntegra... y tan hermosa que me encontré deseando algo más, incluso en medio de esta misión.
—¿Misión? —susurró, aún desconcertada.
—Descubrimos que los presidentes y la directora mataron al anterior director de la asociación y a la tesorera para encubrir el desfalco que estaban haciendo en la asociación.
—¿Eso significa que iban a...? —su voz se quebró.
—Nunca discutas con un ignorante; te hará descender a su nivel y ahí te vencerá por experiencia —citó él con seriedad.
—¿Quieres explicarte?
—Es una frase de Mark Twain. Estuviste en peligro por enfrentarte a personas que no solo eran ignorantes, sino también inescrupulosas, dispuestas a cualquier cosa para ocultar sus crímenes. Incluso, a matarte.
—Pero no lo hicieron, porque no les dejaste.
—Exacto. Ya están en la cárcel, donde pertenecen, rodeados de personas que están a su nivel. No iba a permitir que me arrebataran esta oportunidad...
—¿Qué oportunidad?
—La de hacerte mi pareja.
En ese momento, entraron los médicos. Él iba a soltarle la mano, pero ella, angustiada, la apretó con fuerza.
—Tranquila. Tenemos toda la vida.
—¿Lo juras? —preguntó ella, mirándolo fijamente.
—Lo juro.
—Entonces sella la promesa... como lo hacen los buenos protagonistas de romance.
—¿Cómo? —preguntó él, divertido.
—Con un beso.
Él sonrió y se inclinó para besarla. Fue un beso lleno de promesas, de nuevas historias y de un futuro que ambos estaban dispuestos a construir juntos.
Fin.
Nickinaihaus
Nickole Naihaus
Nickole Naihans
P.D. Quiero aclarar que es una historia de ficción producto de la creatividad mía, no pretende otra cosa que entretener al lector.
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Foto 1: hombre de anime sacado de: https://co.pinterest.com/pin/643100021829638133/
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