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Los hilos del poder


No recuerdo muy bien que me ha pasado y mucho menos dónde estoy, o qué día es hoy, lo último que recuerdo, es haber mirado el calendario el 14 de enero de 1818, en una de las mesas de la casa. Repaso el lugar donde me encuentro, con la intensión de recordar cómo llegue aquí y puedo ver que estoy en el corredor de mi casa, el cual para mi sorpresa está manchado de sangre en las paredes, reviso mi mis ropas y puedo ver que también hay sangre en ellas, por lo que busco con cuidado el lugar en donde me he lastimado, pero no logro sentir heridas profundas, me toco el rostro y aunque tengo un poco desarreglado el cabello, no percibo heridas en la cabeza.


Unas voces me sacan de mis ensoñaciones y creo escuchar a mi esposo buscarme en mi taller de costura, aquel que él construyó para mí en un lateral de la casa. debo reconocer que lo hizo con cuidado, dedicación y mucho amor. Con prudencia trato de arreglarme un poco, porque como una dama respetada de la sociedad boyasense que soy, no puedo permitirme que mi marido me vea desarreglada, como decía mi padre la vanidad tiene nombre de mujer.


Mientras recorro la distancia entre donde me encuentro y el taller, recuerdo los últimos trabajos que estaba terminando hace unos días, entre ellos se encontraban unas prendas para dos clientes españoles, que trabajaban de cerca en contra de la insurrección de mis compañeros. La verdad, es que me he tardado mucho más tiempo de lo que acostumbro y les he citado en más de una ocasión, con la doble intensión de poder conocer sus planes con mayor detalle. Ahora que los recuerdo, creo que deben estar muy impacientes por recoger sus pertenencias.


Sigo recordando las confecciones pendientes por entregar a mis diferentes clientes, los cuales cautivé a través del trabajo en mi taller, el cual siempre atrajo la mejor clientela de la región. Me detengo un momento para reflexionar porqué he hablado en pasado acerca de mi trabajo.


- ¡Estefanía! ya es hora. -Me grita mi marido, repitiendo las palabras que todas las noches me dice cuando empiezo a dormirme leyendo noticias de la causa rebelde.

- Ya voy. -Le digo con recato, mientras continuo mi camino hacia el taller.


Cuando llego a la estancia, lo primero que puedo ver son algunos de los uniformes de nuestros compatriotas en los que estuve trabajando los últimos días, una labor a la que nos hemos dedicado con Teresa Izquierdo. Y es que cuando pensamos en cómo podíamos contribuir a una causa que nos era tan cercana al corazón, un ideal que compartimos de libertad con todos nuestros hermanos de tierra, entendimos que la mejor forma de hacerlo era a través de nuestro saber y nuestro arte. Por lo que cada una puso no sólo su conocimiento, sino el material para confeccionar los uniformes para nuestros compañeros de lucha, debo admitir que ha sido una tarea peligrosa a la par de satisfactoria, porque saber que con nuestras manos estamos construyendo las armaduras que protegerán a todos los hombres y mujeres, que se enfrentan a la opresión e injusticia por todos nosotros, me llena de orgullo y me calienta el corazón.


No recuerdo muy bien el día, pero mientras estuve confeccionando un vestuario para los españoles, escuche uno de los planes que tenían los realistas en contra de nuestros soldados y entendí, que mi labor podía extenderse al de ser una espía, que podía comentarle a nuestros soldados patriotas, los peligros que enfrentarían de parte de los españoles.


Sigo caminando por mi taller y puedo ver que en el fondo aún está un traje precioso que estaba confeccionando para mi esposo, tenía que estar listo para que lo pudiera usar en las próximas celebraciones, pero con tanto trabajo:


- Estefanía, ya es hora. -Me dice de manera delicada mi esposo acercándose a donde me encuentro.

- Me has asustado. -Le digo sonriéndole.

- ¿Por qué? -Me dice manteniendo la distancia.

- No esperaba encontrarte aquí. -Le digo tratando de acercarme, pero él en un gesto poco característico se aleja de mi contacto.

- ¿Por qué no me esperabas? -Me dice serio.

- No sé, porque nunca estás en el taller. -Le digo confundida.

- Estefanía, necesito que pienses bien. ¿Por qué no me esperabas aquí? -Me dice en un tono que no logro descifrar.

- No sé.

- Si sabes, concentrate bien. Mira el vestido que estabas creando para mi. -Yo lo miro.

- Aun no está terminado. -Le digo arrepentida por no haberlo terminado.

- Y ¿por qué no lo terminaste?

- Porque no me dio tiempo. -Le digo.

- Tú eres la mujer más perfeccionista que tuve el placer de conocer. -Oírlo hablar en pasado hace que de repente entienda y comience a llorar.

- Asi es. -Me dice.

- Pero, pero... ¿cómo es posible que estés aquí?, ¿por qué puedo verte y hablar contigo?

- ¿Por qué crees que puedes hacerlo?

- ¡No sé! yo, yo ... yo te enterré después de que te mataran en la entrada de la casa a traición. -Le digo y me desplomo del dolor, él se acerca pero no me toca.

- No vivas de nuevo el dolor de la pérdida. Ahora necesito que saques esa fortaleza que siempre te caracterizó, para que podamos dar el siguiente paso. Por favor oye cada palabra y cada tiempo verbal en el que hemos estado hablando, en el que has hablado de tu trabajo. -Me dice y en ese momento comienzo a recordar. Fui traicionada, llegaron a mi casa el 15 de enero de 1818 y me llevaron presa por ser auxiliadora de la guerrilla de los Llanos.

- ¿Que día es hoy? -Le pregunto.

- 17 de enero de 1818.

- ¿Hoy?

- Así es. -Me dice y aunque no intercambiamos muchas palabras, nos podemos entender, como lo hemos hecho desde eramos novios, porque nuestros corazones han estado conectados desde siempre.

- ¿Morí hoy? -Le pregunto con lágrimas en los ojos.

- Así es, hoy te asesinaron por espía. -Me dice y yo me derrumbo de nuevo, sólo que esta vez él si me sostiene.

- Y ¿por qué estoy acá?, ¿por qué estás acá?

- Porque has regresado a casa, a tu hogar.

- ¿Y tú?

- ¿Yo?, bueno estoy cumpliendo mi promesa. -Me dice y lo recuerdo.


La promesa que hizo cuando éramos novios y le regalé su primera corbata. Recuerdo que la miró y me dijo, como si le hubiera regalado el mejor de los diamantes.

- Gracias.

- Es una bobada.

- ¡No! Es algo valiosísimo.

- Pero qué dices, si lo he confeccionado yo.

- Por eso mismo.

- No te entiendo. -Le digo.

- Me has dado lo más importante del mundo.

- ¿Qué? -Le digo riéndome nerviosa.

- Amor.

- ¿Cómo?, pero si es una pequeña prenda.

- No lo es, sabes porqué se que es amor. -Yo niego con la cabeza. -Porque el amor se entrega y se siente en pequeños detalles. Quiero que sepas que siempre corresponderé este sentimiento con el que me has honrado.

- ¿Siempre?

- Así es, cuando llegue el momento de nuestras muertes, no dudes nunca que estaré ahí contigo.


Regreso a este momento y con lágrimas de alegría le digo:

- Has cumplido.

- Jamás habría faltado a la cita más importante de nuestras muertes, de hecho te estuve esperando y habría preferido esperarte toda una vida antes de tener que venir hoy por ti, pero el destino no lo ha querido así. -Y con estas últimas palabras, me toma de la mano para guiarme a donde sea que nos deparé el destino.


Fin.


Nickinaihaus


Nickole Naihaus


Nickole Naihans




P.D. Quiero aclarar que es una historia de ficción producto de la creatividad mía, no pretende otra cosa que entretener al lector. Aunque si está basada en hechos históricos de la vida de ESTEFANÍA NEIRA DE ESLAVA.

P.D.2. Me tome una pequeña licencia literaria pues poco se sabe del esposo de Estefanía Neira de Eslava.

Más sobre la autora:




Me llamo Nickole y me gustaría pensar que soy escritora, me gusta crear historias de amor, redimir mujeres que parecenolvidadas por la historia, cuentos que podrán leer acá, además de dos novelas y un libro de investigación, todos lospueden comprar en Amazon,





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