Me encuentro sentada con mi torso apoyado en una de las sillas del pequeño comedor que compartimos con mi esposo, mientras el médico revisa cuidadosamente las heridas de mi espalda, las cuales trata con el mayor cuidado del mundo, sentirlo trabajar en mi piel con una meticulosidad asombrosa me tranquiliza y me ayuda a sobrellevar el dolor que trato de disimular frente al hombre que amo. El doctor reconoce mis esfuerzos para aparentar calma y tranquilidad, por lo que le dice a mi esposo:
- Disculpe incomodarlo pero, sería posible que me brindará una taza de café, afuera hace frio y debido a la seriedad de las heridas de su esposa, no tuve la oportunidad de tomar algo antes de venir.
- Pero por supuesto, ¿te molesta si me ausento unos momentos o prefieres que esté acá contigo? -Me pregunta mi esposo tomando mi mano.
- No me molesta, de hecho preferiría que atendieras a nuestro invitado como se merece.
- ¿Estás segura?
- Por supuesto, tu sabes que esto no es nada, así que mejor ve y nos preparas un café bien rico. -Le confirmo mientras con un brazo le indico el camino a la cocina.
Una vez ha desaparecido de nuestra vista, el galeno aprovecha la ausencia de mi adorado esposo para preguntarme:
- ¿Cómo ocurrió esta tragedia? y ¿por qué finge usted que no está sufriendo un dolor que debe ser parecido a una condena?
- ¿Quiere saber usted cómo es que tengo en la espalda 20 latigazos?
- Así es.
- Pensé que le habían informado de lo sucedido.
- Lo poco que me dijeron cuando fueron a buscarme, es que los españoles tuvieron algo que ver.
- Así es, este es el castigo que he recibido a cambio del perdón para mi esposo.
- Perdón, ¿por qué debería pedir perdón su esposo?
- Por su participación en los enfrentamientos del 4 de agosto de 1819.
- ¿Su pareja hizo parte del ejército de hombres que impidieron el refuerzo a las tropas reales de José María Barreiro?
- Así es, el estuvo entre los que lucharon en la Batalla del río Pienta en Charalá.
- Debo decir que es un hombre muy valiente.
- Muchas gracias,
- Pero aún no me dice usted, porque si ha sido su esposo quien ha participado en los enfrentamientos, es usted quien ha padecido las consecuencias.
- Porque participe en un trueque con uno de los españoles que quería apresarlo.
- ¿Trueque?
- Así es.
- ¿Le importaría contarme en qué consistió dicho intercambio? -Me dice con la intensión de distraerme de las curaciones de mi cuerpo, las cuales como el dijo duelen como una condena. Entendiendo sus intensiones comienzo a narrarle la historia detrás de mis heridas:
- Todos comenzó poco después de que las personas comenzaron a dispersarse, como mi pareja es bastante alto para la media y bueno, no es por ser lisonjera pero no puedo pasar por alto la mención de su increible atractivo. -Mi comentario lo hace reír. -Pues fueron justamente esas características, las que lo convirtieron en un referente para todos en el pueblo y el blanco perfecto para que los españoles encontraran justicia. -Mi relato se ve interrumpido por el roce de un medicamento con mi piel, con un erfuezo hercúleo me trago mi dolor y trato de respirar pausadamente.
- Conmigo no tiene usted porque disimular, si quiere gritar o al menos jadearon con fuerza por favor no se cohiba.
- Le agradezco su solidaridad, pero no estamos tan lejos de la cocina y no quiero que mi esposo me oiga. -Le respondo tomando una bocanada de aire.
- Entonces por favor continue.
- Pues bueno, ese hombre que está en la cocina me ha dado tanto, además de un amor incondicional también me ha permitido ser libre, es gracias a su apoyo que he podido crecer como un Fénix. Es por eso que cuando vinieron por él para apresarlo, le dije al español que me dijera de que manera no sexual podía yo asumir su condena.
- ¿Y le ofrecieron dejarse azotar a cambio de su libertad?
- Así es, 20 latigazos a cambio de 20 años en prisión...- De nuevo me veo interrumpida por un corrientazo de dolor.
- ¿Puede usted decirme porque disimula con tanto esfuerzo su dolor?
- Porque mis cicatrices se ven, puede usted tratarlas, determinar lo horrible y dolorosas que son, pero las de mi esposo aunque son mucho más profundas y dolorosas, no se ven y sé que le atormentan el doble que cualquier dolor que yo pueda sentir. -El galeno guarda silencio por unos segundos y luego me dice
- Debo decir que es usted más valiente que su pareja.
- No lo creo, pero para cerrar el tema antes de que mi esposo regrese le diré lo siguiente: No liberé a mi esposo de los españoles, para apresarlo con mis heridas.
Mi discurso se ve interrumpido por mi esposo, que se acerca con celeridad hacia donde estamos y me da un beso con el alma, desde lo más profundo de su corazón, acariciando el mio.
- Eres la mujer más valiente que he conocido y lo has entendido al revés, has sido tú quien me ha dado la fortaleza para renacer siempre como un Fénix, fortaleza que nos ayudará a superar nuestras heridas y crecer desde ellas.
Fin.
Nickinaihaus
Nickole Naihaus
Nickole Naihans
P.D. Quiero aclarar que es una historia de ficción producto de la creatividad mía, no pretende otra cosa que entretener al lector. Aunque si está basada en hechos históricos de la historia de la Nueva Granada.
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