En medio del calor abrasador en una tierra llena de vida silvestre, he conocido o debería decir que me he encontrado con una mujer que vale más que mil palabras dichas con amor. Es atenta, valiente, culta y emprendedora, de hecho desde que fui trasladado de Santa Marta a Valledupar y la vi, fue amor a primera vista.
Acababa de terminar de organizar unas encomiendas y unos impuestos, salí cansado y distraído, sin querer dejé caer mi maletín y una mujer que pasaba por la cera de enfrente, cruzo con rapidez la calle y manera comedida se agachó para luego alcanzarme el maltín, recuerdo que me dijo:
- Señor, se le ha caído su maletín, aquí lo tiene. -Cuando me lo entregó pude ver que es una mujer imponente, con su pelo organizado en dos trenzas que le caen por los hombros y lleva lo que parece un libro, eso me deja saber que es una mujer culta.
- Muchas gracias, ¿hay alguna forma en la que pueda recompensara? -Le dije esperando que acepte algún tipo de invitación, desde que llegué a esta tierra, no he tenido la oportunidad de disfrutar de algún tiempo de ocio, entretención o si quiera la compañía de una mujer tan agradable como ella.
- Puede usted ser más considerado con todos nosotros a la hora de organizar nuestros impuestos para liberarnos de tantas tensiones. -Su comentario me sorprendió, pues me hace saber que sabe quien soy yo.
- ¿Disculpe nos conocemos?, estoy seguro de que si la hubiera visto antes la reconocería.
- ¿Cree usted que soy una mujer difícil de olvidar?
- No lo creo, estoy seguro de que la recordaría. -Mi comentario le hizo reír.
- Señor Fernández de Castro Pérez Ruíz Calderón debo dejarle, pero espero que a partir de este momento cumpla su promesa y no me olvide. -Me dijo para luego despedirse con un elegante gesto.
Debo confesar que no lo hice, desde ese encuentro fortuito planeado por los dioses me dediqué a idear miles de formas para encontrarme con ella, debo decir que en algunos casos tuve éxito, pero en la mayoría el destino no estuvo de mi lado; por lo que en esas oportunidades me dediqué a indagar sobre la vida de tan valiosa señorita, lo primero que pude averiguar fue su nombre María Concepción Loperena de Fernández, espero que algún día sea de Castro; sus padres son españoles, de hecho su papá fue un sargento de las milicias del rey en la Gobernación de Santa Marta y fue fiscal en causas contra algunos españoles por los atropellos que cometieron en contra de las tribus indígenas Coyaimas.
Lo que más me ha impresionado es su deseo por educar a toda la población indistinto su género, raza, edad o condición social, por lo que en su tiempo libre, mientras otras mujeres se dedican a la costura o la cocina, ella enseña en diversidad de lugares donde improvisa salones.
Una vocación que combina con su vena revolucionaria, por buena fuente me pude enterar que ha intercambiado comunicaciones con el comandante Simón Bolivar. Por eso desde que supe de estas epístolas, me he dedicado a protegerla desde mi posición como terrateniente gobernador.
Al ser una mujer inteligente no le tomó mucho tiempo descubrir que nuestros encuentros no eran fortuitos:
- ¿No sería mejor que en vez de dejar las cosas al azar, me invitara usted a un café?
- Buenos días señorita Loperana, es un placer verla hoy.
- Le agradezco sus cumplidos, pero lamentablemente carezco de paciencia y su cortejo se está demorando demasiado. -Su declaración me hace sonreír, porque su carácter directo se complementa con mi timidez, además de que me ha honrado con su interés. Conocedor de que las oportunidades las pintan calvas y no se puede desaprovechar ninguna, le respondo:
- Disculpe soy un hombre un poco tímido, lamento profundamente que mi torpeza haya acabado con su paciencia.
- ¿Señor va usted a invitarme a salir o debo esperar a que me haga vieja o muera a manos de algún español?
- No diga usted jamás eso, he tomado todas las precauciones necesarias para que eso jamás pase y usted siempre esté segura.
- Lo sé, me lo han dicho y no sabe cuanto le agradezco no sólo las molestias, sino las donaciones que ha hecho usted para que podamos educar a más personas.
- Permítame corregirla, no son molestias y es para mi un honor apoyarla en todo lo que usted me lo permita. Una vez aclarado lo anterior quisiera confirmarle que no sólo pretendo invitarla a salir.
- ¿Entonces?
- Pretendo hacerla mi esposa. -Mi declaración la ha dejado perpleja.
- Su esposa.
- Le pido que no vea nuestra unión como una condena, porque yo quiero que a mi lado crezca y logre salir de ese capullo y que logre usted crecer de una oruga a una preciosa mariposa pese a la adversidad y las tensiones a la que se ve usted sometida.
- ¿Está usted seguro?, no soy una mujer sumisa, tengo una vena revolucionaria predominante que puede no agradarle.
- Señorita María Concepción desde que recogió usted mi maletín y me dejó saber que me conocía o al menos sabía quien era yo, ha dejado usted una huella en mi alma y en mi corazón, la admiré entonces y cuando comencé a saber más cosas de usted la admiré aún más, su espíritu revolucionario y su forma de emprender a través de la enseñanza no hacen que me guste menos, todo lo contrario me hacen quererla aun más, por lo que entendiendo su impaciencia, quiero que sepa que quiero darle a usted lo más preciado que tengo.
- No quiero su dinero, señor Fernandez de Castro.
- Eso no es lo más preciado que tengo señorita María Concepción. -Mi comentario la hace reflexionar, por lo que me dice:
- Perdone, tiene usted razón ha sido una descortesía de mi parte, lo que pasa es que al ser usted terrateniente pensé... bueno ya no importa.
- Tiene usted razón lo importante es que se ha disculpado, ahora si me permite continuar con lo que le decía, quería que supiera que mi interés es entregarle mi corazón y mi apellido, que representa todo lo que soy, si usted me acepta.
- Esta es su declaración formal debo decir que le hace falta un poco de romanticismo.
- No de hecho no lo es, pero como me ha dicho usted que pierde usted muy fácil la paciencia, he preferido declararle todas mis intenciones.
- Las cuales acepto con gusto. -Me dice tomándome del brazo, para comenzar a caminar una vida juntos.
Fin.
Nickinaihaus
Nickole Naihaus
Nickole Naihans
P.D. Quiero aclarar que es una historia de ficción producto de la creatividad mía, no pretende otracosa que entretener al lector. Aunque si está basada en hechos históricos de la vida de María Concepción Loperena.
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