Me encuentro en la palestra de la plaza de la ciudad de Cartagena, un domingo día en el que se reúnen los mercaderes para vender sus productos. Es justo el medio día, el sol se encuentra en lo alto del cielo y las sombras se han escondido para dar paso a un calor asfixiante. Las heridas causadas por los latigazos de los españoles, me arden más que antes y la ropa me molesta sobre la piel, trato de acomodarme, pero las piernas no resisten mi cuerpo y termino sentada en el suelo de la tarima.
Al mirar a mi alrededor, puedo ver que la plaza se encuentra llena de gente que ha venido a comprar todo tipo de cosas, hasta esclavos como yo para que trabajen gratis en sus haciendas, casas o cultivos.
- ¡Póngase de pie! -Me grita uno de los españoles, que nos golpearon hasta llegada la madrugada del dia de hoy, tratando de ponernos en lo que ellos consideran nuestro lugar en su virreinato. -Con esfuerzo trato de incorporarme pero el roce de la ropa con las heridas me arde y me impide hacerlo con rapidez.
- No oye lo que se le ordena, ¡¡que se ponga de pie!! -Grita otro. Uno de mis compañeros de celda, trata de revelarse e impedir que me golpeen de nuevo interponiendose entre el español y yo, por lo que recibe el latigazo que estaba dirigido a mi piel. Con valentía y orgullo aparenta no sentir dolor.
- ¿Está bien? -Me pregunta ignorando los españoles.
- Si muchas gracias, lo que pasa es que el dolor de las heridas no me deja ponerme de pie. -Al oír mi situación, el esclavo que me ha protegido se agacha y me dice.
- Permítame ayudarla. -Y acto seguido me toma por los lados debajo de los brazos y con cuiado de no hacerme daño con los grilletes de sus esposas, me ayuda a incorporar. Justo cuando me ha puesto de pie recibe otro latigazo, el cual acusa de la mejor forma en que puede.
Mientras esto sucede, los hombres y mujeres de la plaza, comienzan a reunirse delante de la tarima de donde nos encontramos organizados como productos, justo al costado de la muralla hecha con el sudor, los huesos y la carne de nuestros compatriotas, crielos, mulatos y negros; hecha con el fin de proteger esta ciudad de los piratas.
- Póngase bien, trate de verse mejor con una cara más agradable, que así nadie va a querer comprarla. -Me grita el soldado español que ha flagelado a mi compañero, acercandose a donde me encuentro con el fin de tocarme. Al ver que mi compañero se va a revelar en contra de los españoles, hago mi mejor esfuerzo por hacerle caso al español y ubicarme de una mejor manera en la plataforma, tratando de esbozar una sonrisa que no me llega a los ojos.
- Por favor, los interesados en comprar algún esclavo la subasta va a comenzar. Recuerden que no se aceptan productos como intercambio sólo dinero-Dice otro solado español.
Mientras nos forman en una línea recta en la tarima de frente a la multitud, la plaza comienza a llenarse de una energía extraña, los rumores empiezan a esparcirse y el miedo se apodera de los asistentes.
- Negra ¿se puede saber usted qué está mirando?, deje de ser chismosa, la trajimos aquí para venderla, no para que se informara sobre lo que pasa en la plaza o en el pueblo, así que arréglese y trate de verse atractiva para que podamos venderla, por comportamientos como ese es que nos vemos obligados a corregirlos a la fuerza. -Cuando va a propinarme un latigazo, un disparo atraviesa el látigo que tiene en la mano.
- Yo de usted dejaba a la dama en paz. -Dice un hombre alto y corpulento con acento extraño. Esta vestido de una manera muy llamativa para estar en una ciudad costera, tiene un sombrero negro, algo maltratado que va a juego con un abrigo algo peculiar si se tiene en cuenta el clima de la ciudad, la camisa está abierta dejando al descubierto un pecho corpulento, por la distancia desde donde ha hablado no puedo reconocer su cara.
- ¿Cuál dama? acá arriba solo tenemos animales para la venta.-Dice riéndose otro español, mientras intenta golpearme la espalda con su latigo, pero no puede porque en medio del movimiento recibe un tiro que le da en el hombro. El hombre que ha disparado es uno de los amigos del hombre del sombrero.
- Lamentamos la violencia, pero frente a su comportamiento nos hemos visto obligados a corregirlos a la fuerza. -Dice el hombre del sombrero, parafraseando lo que me dijo el español hace unos momentos.
La gente corre en todas direcciones tratando de huir de los tiros y la confrontación que está pasando, los españoles comienzan a salir del cuartel, buscando proteger a sus compañeros, mientras el grupo de hombres armados se acerca a la tarima para izar una bandera con una calavera.
-En esta ciudad no son bienvenidos los piratas. -Dice el capitán de los españoles que acaba de llegar, quien no termina su oración antes de que un disparo le atraviese el sombrero.
- Todos los hombres al frente, preparad sus armas y a mi señal disparan. -Dice el capitán. Acto seguido los hombres se organizan al rededor de la tarima, otros se suben para evitar que los esclavos nos fuguemos.
Los piratas continuan su avance y en medio de todo el movimiento, una moneda cae en la mitad de la tarima. El pirata del sombrero se acerca a donde estoy y gracias a esto puedo ver que tiene una cara agradable que ha sido surcada por una cicatriz en el ojo derecho de color verde.
-Deténgase donde está. -Le ordena el capitán, pero, el hombre de manera temeraria se acerca a a tarima, mientras es defendido por sus compañeros quiene también se han puesto en posición de ataque.
- Si me permite, quiero llevarme a la mujer. -Dice el hombre como quien acaba de comprar unas manzanas, acercándose aún más a donde me encuentro yo de pie.
- Pero ¿de qué está hablando? -Dice el capitán confundido ante el pedido del pirata.
- Uno de sus hombres ha dicho que sólo aceptaban dinero, pues ahí tiene en el centro de la tarima la moneda que he pagado por la vida y libertad de la mujer.
- ¿Cuál moneda? -Pregunta el español.
- Aquella en donde se ha posado una mariposa, así que si me permite voy a devolverle las alas a la mariposa, esas que ustedes trataron de amputar. -Cuando trata de acercarse un soldado apunta a su cabeza.
- Estás arriesgando tu vida. -Le dice con calma.
- ¿Cómo? -Pregunta el soldado que luego se desploma por el disparo que ha recibido en su pierna.
- Si no estás dispuesto a disparar, no deberías sacar tu arma. De lo contrario sólo pondrás en peligro tu alma -Le dice, para acto seguido subir a donde me encuentro para ofrecerme su mano, debido al dolor no puedo darle mi mano.
- ¿Qué pasa mariposa?, no soy digno de ser tu salvador. -Me dice en un tono sarcástico.
- No es eso, lo que pasa es que el dolor no me deja...-Me avergüenza decirlo.
- No te avergüences mariposa, deberían ser ellos quienes lo hagan, si estás dispuesta a cruzar los manos a mi lado, te daré la libertad de esa mariposa y te amaré más que a cualquier tesoro. -Me dice señalando la mariposa que acaba de volar. -No te preocupes te he comprado para que seas libre. -Yo hago un esfuerzo titánico por acercarme, el pirata al ver mis intenciones, me levanta como una pluma y dice.
- Con su permiso, me llevo el mayor tesoro que haya podido encontrar. -Y acto seguido me lleva con él hacia un mundo de aventuras, amor y libertad, frente a la atenta mirada de los soldados, el capitán y los pocos espectadores que quedaban en la plaza.
Fin.
Nickinaihaus
Nickole Naihans
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