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Una mujer rara


Aunque digan que en tiempos de guerra cualquier hueco es trinchera, en estos momentos en los que nos estamos jugando la libertad, no podemos dejar las cosas al azar, es por eso que con la mayor discreción, una vez supe con mi marido que el ejército de liberación comandado por Simón Bolivar, tomé la iniciativa y busque una forma de reunirme con ellos, con la intensión de averiguar ¿Cómo podía colaborar a la causa?, para lo que mi esposo uso todas sus influencias para arreglar un encuentro.


Al llegar donde estaban reguardados, pude apreciar de primera mano la desesperada que es la situación, repaso con la mirada los hombres y puedo ver que están vestidos con ropas ligeras, como personas que vienen de la costa, están sucias, algunas mojadas, la mayoría rotas, los menos afortunados están casi en cueros, mientras repaso las tropas, me encuentro con la mirada del comandante Simón Bolivar, quien me hace un gesto para que hablemos en un lugar más discreto.


Mientras me dirijo donde me ha indicado, puedo ver que en su ejército, todos están desprovistos de prendas que los protejan del frio que hace en Boyacá(1) y sus al rededores, para quienes no lo sepan estamos hablando de una temperatura entre los cinco y los diez grados. Veo a mi marido hablar con algunos de los comandantes, mientras salgo del recinto, una vez al aire libre con la luna y las estrellas como testigos le pregunto: